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:: Hace años que venimos encontrándonos con gente, en distintos puntos del país, que trabaja de forma comprometida y constante en la integración social de personas con discapacidad.
En este espacio los invitamos a compartir sus experiencias, sus ideas y sus proyectos
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Fotos Thompson


Crónica del taller participativo en la ciudad de Bahía Blanca

El taller se llevo a cabo los días 20 y 21 de octubre en el Instituto Superior de Formación Docente N°86. Participaron de él estudiantes de dicho Instituto, docentes, asistentes sociales, psicólogos y miembros de la Fundación Cecilia Grierson. La convocatoria fue heterogénea: hubo participantes con muchos años de experiencia en el trabajo de la integración social de personas con discapacidad en el aula y también muchos de ellos con muy poca.

La propuesta de trabajo en el taller fue discutir y reflexionar colectivamente sobre las prácticas concretas en el aula en relación a la integración social de personas con discapacidad, a fin de detectar obstáculos a la integración y encontrar los recursos necesarios para comenzar a solucionarlos. En relación a los temas que se fueron trabajando pudimos ver, por un lado -sobre todo por parte de quienes estaban comenzando a formarse en el trabajo docente- una preocupación que, tal vez, podamos formular así: ¿Cómo se trabaja en el aula con los chicos con discapacidad? Contaban que por ejemplo los chicos con discapacidad mental suelen ser muy afectuosos y se dan situaciones en que los abrazos son excesivos y cuesta poner un límite. ¿Cómo se pone un límite? ¿Corresponde decir no? Ahí, en la discusión y la reflexión con otros sobre estos problemas, llegamos al tema de las barreras puestas por el propio docente: sus propios miedos, sus propios prejuicios, o como dijo una participante: “la discapacidad es un espejo en el que nos cuesta reconocernos”. ¿Corresponde decir no? ¿Y si se frustra? De la misma forma, ¿Cómo se trabaja a nivel grupal la integración de un chico con discapacidad? Porque los chicos se burlan, “los niños son amorales”.

Fue muy grato ir viendo como los problemas que genera la práctica se “iban poniendo sobre la mesa”. Problemas y preguntas que insistían en lo que muchos iban compartiendo y que al explicitarlos se hacían evidentes. De ahí, pensamos, la importancia de trabajar de forma presencial y en grupos sobre los problemas y las experiencias que cada situación genera. La importancia de trabajar con lo que uno cree, explicitar con otros lo que uno hace y las dificultades que conlleva, para poder proponer otra cosa -acciones que vayan en favor de la integración, promover otro tipo de relación con la discapacidad que no sea el miedo, el prejuicio, el desconocimiento, o la lástima.

Por otro lado, estas preguntas también fueron hechas por los docentes con más experiencia, pero con otros matices. ¿Qué hacer cada vez? Visto que no hay, ni puede haber un corpus de respuestas a cómo responder en todos los casos, entonces, el trabajo tiene que estar planificado de acuerdo a las características y necesidades de cada alumno y del grupo. Se debe, entonces, trabajar cada vez en situación, o en los términos en que lo planteaba una de las participantes, con el emergente. Pero, ¿hay espacios de trabajo colectivo, de encuentro entre pares para pensar y reflexionar sobre la práctica de la integración en las aulas? ¿Qué lugar tienen las trabas y los problemas que suceden en la práctica concreta? ¿Cómo sostenerse en un trabajo tan “artesanal” como es el de la integración?

Nos preguntamos. Así como el trabajo de integración en el aula exige otro trabajo por parte del docente -el tan mentado trabajo con aulas heterogéneas-, ¿no podríamos pensar que se vuelve necesario también re-configurar los equipos de trabajo, a saber, gabinete, dirección, escuela especial, etc. a fin de pensar con otros, en equipo, la orientación a seguir, y sostener y supervisar las prácticas; un espacio para explicitar lo que sucede de hecho, para pensar lo que se hace y saber lo que se piensa?

Crónica del taller participativo en Tres Lomas

El taller se llevó a cabo los días 9 y 10 de junio en el Centro Cívico de Tres Lomas, Provincia de Buenos Aires. Participaron docentes de escuelas comunes y escuelas especiales, coordinadores del taller protegido, enfermeras, padres de personas con discapacidad, gente de la municipalidad, entre otros.
Desde la primera mañana de trabajo charlamos sobre lo que nos convocaba. Esto nos llevo a empezar a delimitar las necesidades y los obstáculos que había ahí, en el pueblo, en relación a la integración social de personas con discapacidad. Cada uno hablaba, comentaba lo que hacía; los temas se iban cruzando, se iban encontrando… Se habló de la “falta de apertura mental” que hay en el pueblo en relación a la temática. También de la “falta de armas” de los docentes para llevar adelante una integración y qué otro tanto sucedía en el área de la salud. Abordamos el tema de la integración laboral. Escuchándonos acordamos que el trabajo es una herramienta fundamental de integración social, teniendo en cuenta la dignidad y el acceso a un ingreso económico propio que éste da. Pero, si el taller protegido gestiona un número de becas que da el gobierno de la provincia, que es mucho menor a la población de personas con discapacidad que van ahí, ¿qué se puede hacer?
En este punto acordamos sobre la fragilización que produce quedarse a la espera de respuestas por parte del gobierno de la provincia. Pero mucho mayor es esta fragilización cuando no existe otra posibilidad que padecer las condiciones que la burocracia o la falta de recursos impone. Uno sólo no puede más que padecer el entorno desfavorable que impone la ausencia de respuestas de las instituciones estatales en sus distintos ámbitos: sea capacitación en educación, salud, en propuestas de concientización social, o las nombradas becas. Pero entonces: ¿Qué otra respuesta es posible que no sea la queja, el padecimiento o la resignación? En efecto, es necesario generar otro tipo de respuestas.
A lo largo de los dos días de trabajo, compartimos y discutimos lo que allí estaba sucediendo. “Las necesidades ya las conocíamos pero no las habíamos socializado”, decía en una de las encuestas. Uno comparte: “Mediante la charla se descubren problemas y situaciones no conocidas”. Se decía y se volvía a decir que hay que armar un grupo, “Surge la necesidad de encontrarse…”. Y el encuentro sucede; la necesidad se hace potencia: potencia para crear, para proyectar y sostenerse. Ahí está el otro, “el otro te ayuda a no bajar los brazos”.
En estas dos jornadas de compartir lo que allí pasaba, junto al transitar lo que molesta y lo que obstruye apareció la necesidad de hacer otra cosa que padecer o quejarse. La necesidad de juntarse, contenerse, compartir, trabajar y generar propuestas para modificar lo que nos molesta y nos duele. “Hay que armar un grupo”, se dijo, y ese grupo está. Ya lleva reuniones, encuentros y proyectos: se llama DESPERTAR, porque, como nos contaron: “nosotros despertamos a un mundo diferente y queremos que la gente también comience a despertar en cuanto a lo que es discapacidad.” Un grupo que seguramente encontrará la forma de abordar la concientización social del pueblo, compartir y generar armas que favorezcan la integración social. Un colectivo de gente que, seguramente, y esos son nuestros deseos, encontrará en el otro la fuerza para dar respuestas a las situaciones de exclusión.
Estuvimos un par de días en Tres Lomas. Nos llena de alegría saber que han constituido un grupo. Que hay un colectivo más que está trabajando para modificar las adversidades que aparecen en el pueblo. Y que la potencia se multiplica en el encuentro, en unir las manos para construir en mundo que queremos habitar.

Sobre la propuesta "Desafiá tus creencias"

Abordamos el trabajo de concientización y sensibilización social generando propuestas en las que se quiebren las creencias, los mitos y los prejuicios en relación a la discapacidad, siendo estas las que hacen de barreras a la integración y sostienen las situaciones desfavorables. Dentro de estas propuestas está “Desafiá tus creencias”.

Se trata de preguntas molestas e incómodas en relación a la discapacidad que hemos ido escuchando, algunas con cierta insistencia, en nuestros talleres dirigidos a jóvenes. Nosotros tomamos estas preguntas y las empezamos a hacer. Pudimos ver que eran molestas, pero lo que molestaba ahí parecía ser el hecho mismo de que eso sea preguntado. Es decir, no pareciera molestar una posible respuesta se dé a la pregunta sino el hecho mismo de que esta sea válida como pregunta. Un ejemplo: en los talleres preguntamos “¿son buenas las personas con discapacidad mental?”. Es un pregunta tramposa porque desde ya que es imposible una generalización tal, pero hay algo de una creencia que ahí se toca… La pregunta en ese caso cuestiona, pone a discusión algo que supuestamente no debería ser discutido.

Esto, en el mejor de los casos, moviliza y genera cierta inquietud hacia el tema. Con esta pregunta y esta incomodidad, en un contexto adecuado de charla y reflexión, sí se puede generar conciencia acerca de la problemática social de la integración de personas con discapacidad. Es por esto mismo creemos que este tipo de propuestas son, en un principio, más efectivas que dar una clase teórica sobre el tema. Porque hemos visto que hay un paso previo que hay que hacer, fundamental e insustituible, y este es el de conmover lo que antes se creía para y “poner el tema sobre la mesa”, para abrir así el panorama para pensar la integración social.