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:: Hace años que venimos encontrándonos con gente, en distintos puntos del país, que trabaja de forma comprometida y constante en la integración social de personas con discapacidad.
En este espacio los invitamos a compartir sus experiencias, sus ideas y sus proyectos
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Fotos Thompson


Crónica del taller participativo de Ingeniero Thompson

El taller participativo se llevó a cabo los días 8 y 9 de marzo de 2010 en la escuela albergue N°1 “Hipólito Yrigoyen”. En él participaron docentes, directivos y celadores de esa escuela, así como docentes de las localidades vecinas de Saliquelló, Tres Lomas y 30 de agosto.

El lunes por la mañana se realizó, en conjunto con la Fundación Cecilia Baccigalupo, una clínica de pádel dirigida a los alumnos de la escuela albergue y los niños del Taller Protegido de Tres Lomas. Después de esta actividad comenzó el taller: Allí se invitó a los participantes a hacer un mapa en el que mostraran sus situaciones de trabajo. Buscamos con esta actividad iniciar un trabajo de diagnóstico sobre las prácticas en cada una de sus instituciones educativas. Las problemáticas que surgieron fueron trabajadas en los dos días de taller.

Comenzamos a trabajar con una de las dificultades que los participantes presentaron en uno de los mapas. Comentaban que la escuela albergue aloja chicos en situación de riesgo social, por lo que debe trabajar en articulación con un juzgado de menores. El problema residía precisamente en esa articulación. En este punto llegamos a un callejón sin salida: nos chocamos de frente con el problema de la burocracia de las instituciones estatales. Pero, mientras abordábamos esta problemática, fuimos escuchando acerca de un aspecto fundamental de esta institución sobre el que se trabajó mucho y que queremos comunicar en esta crónica.

En la escuela se viven a diario situaciones muy fuertes a nivel afectivo. Los docentes, directivos y celadores comentaban que hay mucho diálogo entre ellos para soportar estas situaciones difíciles y que las mismas generan mucha impotencia. Un diálogo que por un lado los ayuda a sostenerse en ese lugar y, por otro lado, les sirve para informarse mutuamente acerca de la situación de los grupos e inventar en conjunto estrategias para intervenir. Decían, por ejemplo: " los lunes a veces los chicos llegan mal de sus casas, entonces, "...algunos se van a hacer educación física con los más grandes...". Es decir, hay horarios pautados para las distintas asignaturas, por ejemplo su clase de matemáticas, pero si consideran mejor que vaya a la clase de educación física porque volvió mal de la casa de sus padres, existe esa flexibilidad necesaria para que él vaya a la clase de educación física. Decían: "acá hay que romper con la rigidez constantemente", "esta escuela está en transformación permante". En esta misma línea comentaba una de las docentes que "a veces te hiciste toda una planificación y te la tenés que guardar en el bolsillo", para dar lugar a lo que pasó a nivel grupal.

Sobre esto decían que "eventualmente tenés que hacer esto o aquello o esto otro". Porque "todos tenemos que tirar de la rueda para el mismo lado". Se viven constantemente situaciones difíciles y "no se trata de negar las tristezas -que haya lugar para eso-, sino que juntos vamos, con eso, hacia algo mejor". Es interesante como funciona el equipo de trabajo ante estas situaciones difíciles: todos juntos, rompiendo la rigidez, hacia un mismo lado. En esta línea decían que hasta la portera funciona de este modo: no es que su "jurisdicción" es la puerta, ella también participa de esta dinámica. Y agregaban: "acá si no estás jugado, si no enganchas en esto... no aguantás."

Pudimos ver y compartir dos tardes de trabajo en Ingeniero Thompson. Pudimos ver un colectivo que crea constantemente una dinámica de trabajo de quien hay muchísimo para aprender y nos alegra profundamente ver que se puede trabajar de ese modo. Desde las prácticas concretas, en aulas, en una escuela, en un pueblo; ver como se trabaja por volver a tramar desde ahí el tejido social, haciendo de eso un trabajo profundamente político.

Crónica del taller participativo en la ciudad de Bahía Blanca

El taller se llevo a cabo los días 20 y 21 de octubre en el Instituto Superior de Formación Docente N°86. Participaron de él estudiantes de dicho Instituto, docentes, asistentes sociales, psicólogos y miembros de la Fundación Cecilia Grierson. La convocatoria fue heterogénea: hubo participantes con muchos años de experiencia en el trabajo de la integración social de personas con discapacidad en el aula y también muchos de ellos con muy poca.

La propuesta de trabajo en el taller fue discutir y reflexionar colectivamente sobre las prácticas concretas en el aula en relación a la integración social de personas con discapacidad, a fin de detectar obstáculos a la integración y encontrar los recursos necesarios para comenzar a solucionarlos. En relación a los temas que se fueron trabajando pudimos ver, por un lado -sobre todo por parte de quienes estaban comenzando a formarse en el trabajo docente- una preocupación que, tal vez, podamos formular así: ¿Cómo se trabaja en el aula con los chicos con discapacidad? Contaban que por ejemplo los chicos con discapacidad mental suelen ser muy afectuosos y se dan situaciones en que los abrazos son excesivos y cuesta poner un límite. ¿Cómo se pone un límite? ¿Corresponde decir no? Ahí, en la discusión y la reflexión con otros sobre estos problemas, llegamos al tema de las barreras puestas por el propio docente: sus propios miedos, sus propios prejuicios, o como dijo una participante: “la discapacidad es un espejo en el que nos cuesta reconocernos”. ¿Corresponde decir no? ¿Y si se frustra? De la misma forma, ¿Cómo se trabaja a nivel grupal la integración de un chico con discapacidad? Porque los chicos se burlan, “los niños son amorales”.

Fue muy grato ir viendo como los problemas que genera la práctica se “iban poniendo sobre la mesa”. Problemas y preguntas que insistían en lo que muchos iban compartiendo y que al explicitarlos se hacían evidentes. De ahí, pensamos, la importancia de trabajar de forma presencial y en grupos sobre los problemas y las experiencias que cada situación genera. La importancia de trabajar con lo que uno cree, explicitar con otros lo que uno hace y las dificultades que conlleva, para poder proponer otra cosa -acciones que vayan en favor de la integración, promover otro tipo de relación con la discapacidad que no sea el miedo, el prejuicio, el desconocimiento, o la lástima.

Por otro lado, estas preguntas también fueron hechas por los docentes con más experiencia, pero con otros matices. ¿Qué hacer cada vez? Visto que no hay, ni puede haber un corpus de respuestas a cómo responder en todos los casos, entonces, el trabajo tiene que estar planificado de acuerdo a las características y necesidades de cada alumno y del grupo. Se debe, entonces, trabajar cada vez en situación, o en los términos en que lo planteaba una de las participantes, con el emergente. Pero, ¿hay espacios de trabajo colectivo, de encuentro entre pares para pensar y reflexionar sobre la práctica de la integración en las aulas? ¿Qué lugar tienen las trabas y los problemas que suceden en la práctica concreta? ¿Cómo sostenerse en un trabajo tan “artesanal” como es el de la integración?

Nos preguntamos. Así como el trabajo de integración en el aula exige otro trabajo por parte del docente -el tan mentado trabajo con aulas heterogéneas-, ¿no podríamos pensar que se vuelve necesario también re-configurar los equipos de trabajo, a saber, gabinete, dirección, escuela especial, etc. a fin de pensar con otros, en equipo, la orientación a seguir, y sostener y supervisar las prácticas; un espacio para explicitar lo que sucede de hecho, para pensar lo que se hace y saber lo que se piensa?