El taller se llevó a cabo los días 11 y 12 de noviembre en el centro de día ADERID. La convocatoria fue heterogénea: vinieron docentes de escuelas especiales y escuelas comunes de zonas urbanas y rurales, docentes de nivel inicial, integrantes del área de Acción Social de la Municipalidad, de talleres protegidos y de ADERID.
Fueron dos días intensos de trabajo. Desde la mañana del primer día hubo dos puntos problemáticos en relación a la temática de la discapacidad que preocupaban a los allí presentes. A lo largo del taller estos problemas fueron puestos sobre la mesa para discutirlos e identificar sus matices junto a los recursos disponibles para hacer algo con ellos. Por un lado, las integraciones pedagógicas: los distintos actores sociales e instituciones que las llevan adelante no logran construir en conjunto la dirección a seguir para cada integración. Esto genera más que integración, como dijo una de las participantes, desintegración. Por otro lado, las dificultades en relación a la conformación del consejo asesor en políticas de discapacidad.
IntegracionesEn lo que respecta al primer tema se habló de desconexión, de falta de comunicación, que no se habla un mismo idioma… Pensando en este problema comenzamos a delimitarlo: se mencionó como un aspecto importante la aceptación o negación de los padres de la discapacidad de sus hijos, junto con el miedo y la impotencia. La discusión nos condujo a pensar que había un problema en poder trasmitir a los padres las decisiones y la orientación que seguirá la integración, en poder hacer que los padres comprendan lo que la escuela les dice. Pero, el problema no es sólo que no logran hacerse comprender sino que lo que la escuela quiere decir no es tan claro para la escuela misma. Por distintas cuestiones no funcionaba un espacio de encuentro y construcción conjunta entre las instituciones educativas mismas. La integración pedagógica en muchos casos termina desintegrando. Se nombro como un efecto no deseado de la “desintegración pedagógica” que ésta termina produciendo una sobre-adaptación del niño al funcionamiento de las distintas instituciones a las que concurre.
Dentro de lo problemático en la escuela para llevar adelante la integración delimitamos dos aspectos prioritarios. Por un lado la falta de tiempos: se comentó que las maestras integradoras no tienen tiempo para llevar adelante la integración con la dedicación que se merece. Hay pocos cargos, una gran lista de espera y muchos alumnos en integración. Por otro lado, hay una gran falta de formación de los docentes. Los pedidos de formación y de cargos para aliviar estos dos problemas no se hacen oír a través de la inspección. Asimismo, no hay espacios de formación para los docentes, ni de supervisión ni contención (tampoco nadie va a decir nada si uno trabaja mal).
Allí una docente hablaba de Burn-out. Uno se agota, queda quemado al no poder producir cambios en la inercia institucional. Aparecía, a modo de insistencia, algo que fue escrito y dibujado en los mapas la primera mañana de taller: la burocratización y un “todos hablando a la vez”.
Se propuso entonces pensar en estrategias: Vale la pena transcribirlas.
Una primera idea fue generar una alianza con el CEAM (Centro de Educación Abierta Municipal) para capacitación. También se habló de la implementación de espacios de trabajo (para abordar la diversidad) con alumnos de todos los niveles y de dar talleres para padres y adultos en general. Esto devino en la propuesta de organizar un equipo de trabajo que:
• Asesore a los actores que participan de las integraciones.
• Implemente dinámicas de trabajo en las escuelas.
• Asesore e informe a las empresas sobre derechos y obligaciones.
• Asesore e informe a las personas.
• Genere proyectos de pasantías laborales.
Consejo asesorEl otro punto problemático trabajado giraba en torno a la conformación del consejo asesor. El consejo debería ser un lugar de trabajo en el que las distintas instituciones y actores sociales participan en algo que es común a todos. De hecho, a lo largo de los dos días de taller, fueron apareciendo distintas necesidades generales en relación a la temática de la discapacidad que tendrían que ser abordadas por el futuro consejo.
Se comentó que hubo intentos anteriores. En ellos había una gran dificultad para llevar a cabo proyectos concretos. Se terminaban tramitando cuestiones individuales y necesidades concretas de las distintas personas con discapacidad del municipio, atendiendo a la urgencia, “tapando baches como un bombero”. Pero en lo que hace a llevar a cabo la función de asesorar en políticas que son comunes a la temática de la discapacidad, no lograba funcionar de forma operativa.
En la discusión se dijo que el problema es que un espacio así que queda sometido a las idas y venidas de la gestión municipal y provincial de turno, no puede funcionar como un espacio público real de trabajo. Entonces, ¿Cómo convocar? ¿Cómo lograr cierta autonomía y que realmente haga oír a la gestión de turno las políticas que es necesario implementar en relación a la temática de la discapacidad?
Quedó en algunos de los participantes del taller cierto gusto amargo, de ser siempre los mismos, de agotamiento. Esto, cabe destacarlo, estaba muy presente en aquellos que trabajan hace años y están involucrados en la temática, ante la inercia del sector público para producir cambios reales que alteren las situaciones desfavorables para las personas con discapacidad. Quedó en otros participantes el entusiasmo y la apuesta a conformar esos espacios de trabajo que habían discutido cuando pensaron en estrategias para hacer frente a los problemas discutidos.
En una de las primeras actividades los espacios de la gestión pública fueron llamados directamente como burocracia. Si esto es así, si lo público funciona como burocracia es decir que no funciona. Lo público entonces no serían las instituciones a las que responde la gestión de turno, sino que lo público-común reside en espacios de intercambio y construcción colectiva.
De la misma forma: si política es idas y vueltas de la gestión de turno, entonces lo político hay que hacerlo. Lo político reside en espacios colectivos de trabajo en los que se construyan colectivamente y se utilicen los recursos disponibles para hacer algo con el malestar. Esa es la apuesta, eso es lo que queremos transmitir. La política hay que hacerla, y se hace haciendo. Pero de ningún modo fuimos a decirles que todo es posible. No, no todo. Tal vez no pueda lograrse una transformación radical de las situaciones de injusticia y exclusión que hay en determinada comunidad. Decirles eso hubiera sido un sinsentido. Sí quisimos trasmitir el entusiasmo de que si bien no todo es posible, aunando esfuerzos y poniendo a funcionar los recursos disponibles sí podemos ver como que ese todo sí es susceptible de transformación.