El taller participativo se llevó a cabo en el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Trenque Lauquen. En él participaron personas provenientes de distintas instituciones ligadas a la temática de la discapacidad y a la educación.
Desde el primer momento se propusieron dinámicas grupales, acentuando nuestra apuesta a construir en un entre-muchos. Se buscó que los grupos de trabajo fueran heterogéneos para que la discusión se enriquezca con múltiples puntos de vista. En estas discusiones comenzaba a aparecer de forma recurrente una tensión sostenida entre la escuela y la familia.
Esta tensión insistiría constantemente: en un primer lugar aparecieron los relatos y las necesidades individuales, quejas y críticas mutuas. Allí aparecía como problemático la falta de preparación de los docentes, la negación y sobreprotección en las familias; las estructuras rígidas, los prejuicios, la angustia, el miedo, la culpa…
A partir de una dinámica se propuso identificar las raíces de los problemas de la escuela, por un lado, y de la familia, por otro lado, en generar un entorno educativo que integre a las personas con discapacidad. Allí fue muy interesante cómo las trabas que aparecían del lado de la familia también podían ubicarse del lado de la escuela.
“¡Ah! Pero esos miedos, desinformación y sobreprotección que ponen en la familia también están en la escuela – dijo una participante.
Es lo mismo, ahí podríamos poner tanto la escuela como la familia.”
Las posiciones rígidas de ambas partes se pusieron en evidencia y comenzaron a ceder espacio al encuentro....
“Pero, si ustedes están incómodos con el tema, si en la escuela también estamos incómodos con el tema, entonces tenemos que pensar qué hacemos -dijo una docente.”
La discusión devenía dialogo. En conjunto comenzamos a configurar un espacio de reflexión en el que esa incomodidad compartida invitó y fue motor de un trabajo colectivo. Abordamos esa tensión entre la escuela y la familia y pudimos pensar cómo se había vuelto necesaria la creación de un nuevo espacio donde las condiciones para un dialogo horizontal entre los padres y los docentes estén dadas; de “renovar los contratos entre los distintos actores sociales” que configuran lo educativo.
En ese tipo de espacios, creemos, radica la potencia colectiva. Aquella que deja de esperar soluciones externas y pone a trabajar sus recursos propios.
En el último receso del taller uno de los participantes se acercó y le comentó a un coordinador:
En el último receso del taller uno de los participantes se acercó y le comentó a un coordinador:
“Pero ahora ustedes se van, ¿y nosotros que hacemos con esto?”
Esa misma pregunta se la devolvimos a los participantes del taller. “¿Ustedes que van a hacer con esto?”
“¿Qué vamos a hacer con todas estas palabras de las que hablamos: integración, compromiso, continuidad, diálogo…- dijo uno de los participantes.
Tenemos que juntarnos y seguir trabajando.”
La propuesta se hizo oír y el grupo arregló un encuentro en los próximos días para seguir trabajando en el tema. Creemos que se trata de un proceso en el que a medida que se avanza, se profundiza. Aparecerán nuevos escollos para los que habrá que sostener la apuesta, una y otra vez, a seguir creando condiciones para el diálogo.
Así terminó el taller: en un cierre que fue apertura. Apertura a reflexionar en conjunto, a sostenernos mutuamente en nuestro trabajo, fortaleciendo nuestros esfuerzos para mantener la continuidad y el compromiso en la búsqueda de salidas posibles para lograr una sociedad más integrada.
Uno no termina de sorprenderse nunca de la potencia colectiva que contiene el encuentro, el entrecruzamiento de distintas voces a la hora de pensar y encarar eso que nos incomoda. Fue muy lindo haber compartido esos dos días con ustedes. Dejamos todas las vías de comunicación abiertas para continuar trabajando en conjunto.